Miguel Jara
Creo que si tuviera que elegir cual ha sido el día más feliz de mi vida fue uno que precedía a la navidad. Tendría doce o trece años. Mi padre, junto con mi madre, nos llevó a los tres hermanos a una tienda de bicis de Collado Villalba, en la Sierra de Guadarrama (Madrid, España). Señalando a las bicicletas que allí se agrupaban en fila dijo: «Coged cada uno una». Como estoy convencido de que la felicidad existe debió ser aquello que me recorrió el cuerpo antes de que agarrase el manillar de una BH Bicicross.
Ya llevaba años montando en bici. La primera que tuve fue una Torrot roja, tendría yo cinco o seis años. El mountain bike aún no existía. Tras estas llegaron otras muchas, nunca he dejado de montar en bici.
Hoy en la mochila llevo otras felicidades (también sinsabores) y sigo saliendo al monte. Desde hace unos años con mi e-bike que definitivamente ha extendido la «vida útil» de mi organismo hasta casi el infinito.
¿Qué nos unió a José Luis y a mí? Nos criamos en el mismo barrio, el de La Estrella de Madrid pero nunca nos conocimos. Seguro que nos cruzamos en los descampados que entonces había pues estaba «en construcción» como la malas páginas web. Por esas montañas de escombros, piedras y basura aprendimos el enduro, tirándonos con las BH «de paseo» en las que todo se doblaba con saltos y agresividad en el pilotaje. Pero no ha sido hasta hace tres años cuando entramos en contacto en medio del monte.
Y bueno, contaros que soy periodista y que, otras cosas aparte, llevo 20 años investigando las prácticas de la industria farmacéutica, la corrupción sanitaria y los daños al medioambiente. He publicado seis libros, colaborado e intervenido en decenas de medios de comunicación y que todo ello lo tenéis resumido en mi página personal migueljara.com
Nos vemos en los caminos, ¡on the road con Kerouac!
José Luis L. Fuentes
La primera bicicleta de las que tengo grandes recuerdos la heredé de mi hermano mayor. Era una BH plegable, muy común en aquella época, finales de los años 70 del siglo pasado y comienzos de los 80.
Más adelante, con 12 años estaba convencido de que lo que necesitaba era una bicicleta de «carreras», como se llamaban a las bicis de carretera entonces. Tenía cambios de marchas con palancas en el cuadro, algo que me parecía un lujo y que me permitía ir al colegio en bici, toda una odisea que me ahorraba un gran paseo andando.
Era una Orbea y los que tenían BH al verla cantaban «la Orbea que siempre se estropea», jeje.
Después de unas cuantas bicicletas de montaña, un amigo me prestó su flamante e-bike y vi que era el camino a seguir sin morir en el intento. Desde entonces me he convertido a la verdadera «religión» del e-mtb, la Luz que guía mis subidas y bajadas por nuestros bellos montes.
Llevo más de 25 años dedicado a la publicidad y la difusión, en un primer momento gráfica (offline) y desde hace más de una década metido en el mundo de la comunicación y el marketing digital.